La guerra civil europea (1914-1950)

Este conflicto enfrentó a la llamada Entente (compuesta esencialmente por Francia, Inglaterra, Italia, Rusia y, posteriormente, Estados Unidos) y a las Potencias Centrales (básicamente Alemania, el Imperio Austrohúngaro y el Imperio Otomano). Fue el conflicto más cruento hasta la fecha con un saldo de entre 30 y 35 millones de muertos y heridos. Entre las razones más importantes de esta contienda pueden destacarse las de tipo geopolítico por la pugna entre imperios, el auge del nacionalismos, y la voluntad de dirimir algunas viejas rencillas por medio del militarismo, en vez de la diplomacia. Sea como fuere, este conflicto supuso una ruptura tremenda a todos los niveles para la sociedad europea, y sembró las semillas que dieron lugar al periodo de violencias masivas que conformaron los 30 años siguientes.

Tras el triunfo de los bolcheviques en la Revolución Rusa, los leales al zar apoyados por las potencias aliadas una vez terminada la guerra se alzaron con sus ejércitos contra el nuevo poder. De esta forma, el Ejército Rojo comandado por León Trotsky hubo de hacer frente a toda una contrarrevolución, tanto rusa como extranjera, que quería poner fin a la experiencia rusa. Finalmente, los bolcheviques se alzaron con la victoria asegurando la continuidad de la Unión Soviética hasta el año 1991.

La Guerra Civil española fue un conflicto generado por el fracaso del golpe de estado llevado a cabo por un sector del ejército junto con buena parte de las derechas españolas, que en los últimos tiempos habían confluido en torno a un proyecto fascista común. Los rebeldes estuvieron apoyados masivamente por las potencias fascistas del momento, mientras que los republicanos recibieron ayuda de la Unión Soviética, aunque en menos medida. Este conflicto se enmarca en las dinámicas europeas de lucha entre la ideología marxista/comunista (también anarquista para España, aunque sea una excepción europea) y la fascista/fascistizada, en tanto en cuanto los proyectos contrapuestos de ambos bandos en la guerra respondía a estos esquemas ideológicos. La contienda finalizó con la victoria de los rebeldes y la implantación de un régimen fascista en España, que arrojó las cifras más altas de muertos y heridos del periodo (durante y tras la guerra), después de ambas guerras mundiales

La Segunda Guerra Mundial enfrentó al bando de los Aliados (Inglaterra, Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética) frente a las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) Supuso la culminación del periodo de violencias masivas precedente, en tanto que los guarismos de muertos y heridos y, sobre todo, la proporción de víctimas civiles respecto a las militares se incrementaron exponencialmente. Ha sido, sin duda, uno de los elementos diferenciales del siglo XX, esencialmente europeo pero también mundial.

Este conflicto enfrentó a Finlandia y a la Unión Soviética. Con la proclamación de la Unión Soviética y el estallido de la guerra civil rusa, muchos de los antiguos territorios del Imperio Ruso, como Finlandia, proclamaron su independencia. El nuevo poder ruso, en los años 30 en manos de Stalin, esperó al estallido de la contienda mundial para intentar reconquistar su antiguo territorio, si bien las fuerzas finlandesas lograron frenar al Ejército Rojo en el istmo de Carelia, con lo que el conflicto quedó en victoria finesa pese a perder parte de su territorio. Con el comienzo de la Operación Barbarroja, los finlandeses -un gobierno democrático- apoyaron a los alemanes en el cerco sobre Leningrado, esperando reconquistar su territorio, el cual perdieron definitivamente con el avance ruso y la derrota alemana.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa, fundamentalmente su parte centro-oriental. volvía a ser un crisol de culturas, etnias y nacionalidades. En buena medida, esto se debía a la reordenación de poblaciones llevada a cabo por los alemanes su avance hacia el Este, que había tenido por objeto buena parte de las comunidades de alemanes étnicos (völksdeutsche) europeos. Así, la derrota del nazismo inspiró ansias de venganza contra estos alemanes que había ocupado, como colonos, amplios territorios en Hungría, Rumanía, Polonia o la URSS. Entre 12 y 15 millones de ellos fueron expulsados hacia el Oeste, hacia la propia Alemania, en un proceso que claramente no había terminado con el fin de la contienda mundial.

La naturaleza absolutista del régimen zarista ruso habían generado una serie de levantamientos reprimidos con dureza en 1905. Debido a la influencia de la Gran Guerra, en las que muchos soldados rusos se sintieron abandonados por sus altos mandos, la situación en el país comenzó a radicalizarse, fundamentalmente por la llegada de estos excombatientes, que rápidamente se politizaban. En febrero de 1917 un estallido revolucionario aupó al poder a los mencheviques. Sin embargo, la inoperancia del gobierno de Kerensky no hizo sino aumentar el descontento, lo que dio lugar a la revolución llevada a cabo por los bolcheviques, que tomaron el poder. Se abrió así un periodo de guerra civil que terminó con el triunfo soviético y el nacimiento de la URSS.

El Partido Nacional Fascista, liderado por Mussolini, y sus camisas negras emprenden una marcha hacia la capital italiana con el fin de tomar el poder por la fuerza. La marcha es un fracaso pero infunden en suficiente temor como para que el rey Vittorio Emmanuele III ofrezca al PNF entrar en el gobierno. Este hecho será el pistoletazo de salida para la conformación del régimen fascista en Italia.

Intento de golpe de estado dado por Hitler y su partido, el NSDAP, en Alemania, con el apoyo de generales como Ludendorff e inspirándose en la Marcha sobre Roma llevada a cabo por Mussolini.

Con el fracaso de la dictadura del general Primo de Rivera, se abrió un periodo de intento de continuidad del régimen, denominado ahora 'Dictablanda', que acabó fracasando, lo que condujo a la convocatoria de unas elecciones. En ellas, los partidos monárquicos vencieron en el mundo rural, si bien los republicanos lo hicieron en las ciudades. Esto provocó un estallido de júbilo y que cientos de ciudadanos saliesen a las calles a proclamar el advenimiento de la República. Alfonso XIII, ante la negativa a reprimir por la fuerza dichas manifestaciones, se vio obligado a exiliarse, dando así comienzo el periodo republicano.